martes, 10 de enero de 2012

Vendió su tatuaje por 150.000 euros.


Cuando estaba repasando para el anterior examen en el cual entraba el apartado referente a “body art”, alguien le preguntó a Victoria:

-¿El tatuaje se considera “body art”?

A lo que ella respondió:

- Si se considera el cuerpo como lienzo de la obra, sí.

Cuando escuché esto me vino a la mente una noticia que había visto hacía mucho tiempo, me sonaba que alguna persona había decidido vender el tatuaje que alguien le había hecho como quien vende un cuadro y recuerdo que en su día me llamó la atención la noticia porque lo primero que me vino a la cabeza fue: Si el que lleva el tatuaje se muere… ¿Cómo se las apañará el dueño del tatuaje para quedarse con su obra? Ahí dejo la pregunta, el resultado más o menos es obvio.


Investigando antes del examen encontré la noticia, lo malo es que me dije a mí mismo: luego la cuelgo, y siempre pasa lo que pasa.

Me reí mucho al ver el tipo de obras que hacía el autor, sin duda estoy seguro de que será la envidia de algunos granjeros que se dediquen al negocio de jamón.

Aquí dejo la noticia y algunas fotografías:

¿Hay límites a la venta del arte, o al arte mismo? El artista belga Wim Delvoye los ha estirado más que nadie. Ha vendido su última obra por 150.000 euros: un tatuaje sobre la espalda de un joven, cuyas obligaciones hacia el comprador se especifican en un contrato de 10 páginas. "Sí, es arte porque alguien ha pagado por ello", aclara.
La operación es la primera de estas características, según la galería alemana De Pury & Luxembourg, uno de los protagonistas de la historia. Los otros son Delvoye, un artista iconoclasta; Tim Steiner, un joven amante del arte y músico ocasional; Rik Reinking, coleccionista alemán de arte transgresor, y la obra en sí: una representación de la Virgen María junto a una calavera. Tatuarlas costó 35 horas durante los dos últimos años.
La galería y Delvoye se han repartido el 80% del desembolso de Reinking. El joven se ha llevado el 20%. A cambio, se compromete a exhibir y cuidar la obra. El nuevo propietario tiene derecho a verla periódicamente, es decir, a que Tim se levante la camiseta. También a exhibirla en un mínimo de tres ferias mundiales cada año.

Periplo mundial
"Son sesiones de 2 o 3 horas. Enseño el tatuaje durante 10 minutos y después hablo con el público", explica Steiner en Pekín, antes de debutar en la SH Contemporary de Shanghái, la mayor feria de artemoderno de China. Después viajará a Singapur. Grecia y Alemania esperan en el 2009.
El contrato estipula que tras morir Tim, el comprador arrancará la piel de su espalda y la colgará en un cuadro. Una cláusula prohíbe reclamarla a los herederos de Tim. Si el comprador muere antes, la obra pasará a sus descendientes. En breve, se redactará el contrato de seguro, que también se prevé minucioso. Tim no podrá ir en moto ni practicar deportes de riesgo.
Centenares de horas de conversación entre el lienzo humano y su nuevo dueño han perfilado el proyecto. El draconiano clausulado se interpretará con arreglo a su vieja amistad y la confianza mutua. Así, la prohibición legal de vender partes de cuerpos humanos se ha driblado con el compromiso de Tim de donar su piel en su testamento. Legalmente, lo que compra el coleccionista son los derechos de exhibición.
Tim es apasionado y sensato: "Quería formar parte del arte desde dentro pero sin depender de él. Yo soy solo el vehículo. De hecho, no me veo identificado con el tatuaje. Participar me ha permitido conocer a decenas de artistas interesantes y hablar sin parar del concepto del arte". Aclara las razones por las que aceptó: conocer a un artista de renombre, ser una obra de arte viva y asegurarse de que una porción de él trascenderá a su muerte.
Los fundamentos de la obra, explica Delvoye, son vender lo imposible, explorar y explotar las lagunas legales y subrayar la paradoja del tatuaje: algo permanente en un soporte no permanente. "Era un reto en la época actual del arte, en la que por cualquier cosa se pagan millones: encontrar algo que no se hubiera vendido antes", explica. Si los órganos se donan para salvar vidas o el estudio científico, por qué no para el arte, se preguntaba un crítico recientemente. Otros han acusado a Delvoye de frivolizar con la vida humana.

Cloaca artística
Delvoye está acostumbrado al escándalo. Una de sus obras es La cloaca, conjunto de máquinas que replica el proceso digestivo: Delvoye introducía alimentos por un extremo y salían excrementos por el otro, vendidos en latas. Pero la fama se la debe a los cerdos que tatúa en su granja, en las afueras de Pekín. "En Europa está prohibido por la herencia calvinista: se les puede matar y comer, pero no tatuar", explica Delvoye, que cuida a los suyos con esmero. Les anestesia y aplica vaselina antes de tatuarles símbolos religiosos, logotipos de Louis Vuitton o personajes de Walt Disney. "El cerdo es un animal plebeyo, yo los convierto en una hucha, en una inversión que aumenta, en el símbolo del capitalismo rampante", cuenta.
Su piara estaba prevista en la feria de Shanghái, pero las autoridades la prohibieron a última hora por entender que "los animales vivos no son arte". Teniendo en cuenta la presencia de Tim, la razón no parece de peso. Quizá temieron que sus deposiciones arruinarían el glamuroso y refinado ambiente de la feria artística, que en su primera edición reunió a la flor y nata de la sociedad de Shanghái.







No se vosotros, pero yo es el cerdo con más estilo que he visto en mi vida :)


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